Por Alfonso Acosta Gil
El Juego del Palo Canario, con unas sólidas raíces históricas, convertido en un hecho diferencial de las Islas Canarias, muestra diversas variantes, y que por la invasión del archipiélago estuvieron a pinto de desaparecer, pero la tenacidad de sus practicantes ha logrado preservarlo hasta nuestros días.
Como juego que es, aporta un componente lúdico difícil de encontrar en otras modalidades de lucha; y como nunca existió un tipo de competición reglada y por otra no posee una reglamentación específica, parece tener un cierto aire anárquico. Bien el contrario, el autor nos muestra un estilo con sólidas raíces metodológicas, bien es- tructurado y de gran belleza.
En este relato no faltan argumentos para recrear una bonita historia, con las que poder especular y sustentar nuevas bases de una hipotética influencia entre “las esgrimas españolas de aquella época y las artes de lucha de origen oriental”. Más aún, si apoyamos nues- tras teorías teniendo en cuenta que algunos de los maestros de esgrima más notables que dio España eran sevillanos o andaluces, y que muchos de los componentes de las tripulaciones que hacían la ruta al Nuevo Mundo eran canarios.
Afortunadamente y por el bien común de las artes de lucha de ambos países, todavía no ha surgido nin- gún desaprensivo que declare haber adquirido o heredado los conocimientos de lucha de aquellos notables Samuráis.
Cualquier pequeñez, dato o reseña histórica es más que suficiente para que cualquiera pueda sustentar nuevas hipótesis a favor de sus propios intereses, ya que la mente humana no tiene límites a la hora de idear y conjeturar sobre las cosas.
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