Por Cristina Martín
Cuando llega la Graduación, estamos tan cansados como emocionados. Como domingo de antaño (pues se dice que los primeros capoeiristas la practicaban en la plaza del pueblo a la salida de misa con sus mejores ropas y por eso no debían mancharse) vestimos todos de gala: con pantalones blancos, cuerda distintiva de su rango y camiseta conmemorativa de la graduación que se festeja. Atrás quedan la variedad pantalones y camisetas de colores y logos del grupo al que se pertenece, que refleja inevitablemente la multiculturalidad del evento.
Las palmas de los participantes en las rodas se entremezclan con los aplausos de los familiares y amigos a medida que cada capoeirista sale a escena y recibe su corda, después de haber caído al suelo, como manda la tradición, unos con más elegancia que otros (los menos) y todos con una sonrisa en la cara.
Se concluye con una foto de familia multitudinaria, con los consabidos saludos y felicitaciones a los graduados y organizadores. Organizadores, que despiden a sus invitados contando las ideas de cómo será el próximo encuentro.
Cansados físicamente pero con las baterías cargadas, nos despedimos! Hasta en el próximo evento!