Por Toni Giménez
“Bruce Lee entendía la lucha desde el punto de vista de mejorar, no como algo agresivo”
Esta frase tan simple que Bruce Lee utilizaba a menudo, esconde una compleja manera filosófica de ver, no tan solo las artes mar- ciales, sino la propia vida. Alguien podría decirnos que es imposible luchar sin luchar, o preguntarnos que cómo puede ser una lucha que niegue la propia lucha. Vamos a ahondar un poco sobre ello.
Bruce se refería a luchar con uno mismo, para des- cubrir sus límites y sus posibilidades, y buena mues- tra de ello es que no quiso competir nunca, tan solo hacer demostraciones y solamente en alguna ocasión las circunstancias le llevaron a enfrentarse de verdad con alguno de sus habituales provocadores.
Bruce encontró en las artes marciales una manera de conocerse a sí mismo. Para él, las artes marciales y en especial su arte marcial (el Jeet Kune Do), eran un medio, no un fin, el fin era él mismo, para dar sen- tido a su propia existencia y entender la finalidad de la vida. Luchar para conocerse, no para vencer a nadie, porque ¿qué es realmente vencer? ¿Y para qué queremos vencer?
Al único sitio donde debemos llegar al final de nuestra vida terrenal es a nosotros mismos, nos ad- vertía Sócrates. Vencer es algo que te deja vacío por mucho que quieras celebrar tu triunfo. ¿Qué hemos ganado realmente? Lee entendía la lucha desde el punto de vista de mejorar, no como algo agresivo. Luchar con las circunstancias, con los problemas, con las dificultades, con esas pruebas que la vida nos va tendiendo para ver no solamente en qué punto nos encontramos de nuestro camino madurativo perso- nal, sino también si realmente vamos hacia adelante.
Vence quien sabe solucionar sus problemas por- que los acepta, los afronta y sale victorioso de ellos por mucho que las circunstancias le sean adversas. Este es el gran triunfo. Incluso la educación es un acto violento en sí mismo porque enfronta maestros y alumnos, padres e hijos. Cuando alguien nos llevala contraria, allí y hay lucha.
El maestro debe provocar al alumno para ver la solidez de sus argumentos e incluso debe procurar que el alumno ponga en duda constante sus propias enseñanzas que no son más que algo que le sirve a él y que el discípulo deberá poner a prueba para escoger de entre ellas las que realmente le sean útiles.
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