Defensa personal femenina

Por Oriol Petit

Son las diez de la mañana y, puntualmente, las alumnas van entrando en la sala. No son muchas, seis en total, de las doce inicialmente apuntadas. En la sala no hace calor aún y siendo el mes de Julio, ya que es temprano, y además hay un suave aire acondicionado que funciona sin hacer ruido y que participa en el bienestar del lugar.
Sin prisas, quito una barrita de incienso de dentro de la larga y estrecha caja de cartón decorada con rojas letras en sánscrito made in India. Un suave perfume llega hasta mí, en el mismo instante en que retiro la pestaña de apertura de la caja.
No hay intención, ni nervios, ni exigencias y la calma se extiende suavemente mientras sujeto la barrita en la base de madera también labrada con motivos orientales. Mientras, las alumnas hablan en voz baja de sus cosas sin saber muy bien en qué van a consistir estas clases ya que hoy es el primer día.
Un hilo de humo blanco asciende lentamente hacia el techo y me pregunto sobre la intención de este curso de defensa personal femenina. Vivimos en un sociedad tristemente violenta aunque los paleontólogos, antropólogos e historiadores insisten en que ha habido épocas mucho peores.
Ellos llevan la razón pero es extraño tener que aceptar que en nuestra moderna sociedad que pretende ser y dárselas de civilizada, la lacra de la violencia de género, siga siendo tan palpable y vigente. Mes a mes, van sumándose las denuncias en juzgados y comisarias, de mujeres que han sido vejadas, violadas, maltratadas y o asesinadas por sus parejas, compañeros, maridos…
Los criminólogos, psicólogos, asistentes sociales, psiquiatras y otros especialistas no son capaces de frenar la tendencia ni tampoco de entender el fenómeno. No es nada fácil, y más bien es imposible de momento, dar con un perfil ni del maltratador ni de la mujer maltratada ya que el fenómeno implica a todas las clases y condiciones sociales y a afecta a todos los niveles culturales.
Es necesario, preciso y urgente actuar, pero como ya he dicho, las cifras de malos tratos no bajan y los expertos nos advierten que a éstas es necesario sumar los casos escondidos o no denunciados por miedo o por vergüenza o por sentimiento de culpa de las mujeres agredidas.
La prevención de estas situaciones es necesaria igual que también lo son los procesos de resocialización de los agresores junto a la punición y disuasión para evitar ese tipo de delitos. Aún y así, no es suficiente y por desgracia los cursos de defensa personal femenina se están anunciando cada vez de forma mas asidua en dojos y gimnasios.
Por mi parte, siempre insisto en la prevención porque es la base para evitar situaciones de riesgo, y después viene el aprendizaje psicológico sobre una misma, sobre el otro y finalmente las técnicas de defensa cuando la agresión ya está en marcha… (artículo entero en la revista).

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