Por Xavier Teixidó
Realidad y ficción
El Budo tradicional japonés, el auténtico, es harto complicado encontrarlo y de difícil acceso. Y no porque implique elevadas cuotas de entrada o de certificación, sino porque el auténtico, resta invisible a la vista de cualquiera que no actúe desde la honestidad y desde el corazón, y lo haga por contra desde el ego.
Decir que uno practica o que enseña Budo tradicional japonés simplemente por captar y llamar la atención, sin haberlo estudiado realmente en profundidad y con los guías adecuados, es hacer demagogia marcial. No es clasismo, ni petulancia, ni desdén. Es abrir los ojos a la honestidad. Practicar Budo y Bujutsu es precisamente también una cuestión de compromiso, un propósito sumamente complicado de ejercer en el mundo moderno.
En occidente existen realmente pocos lugares donde encontrar Budo tradicional japonés, y tampoco todos son igual de adecuados. Basta preguntar con quién se ha estudiado, y durante cuánto tiempo para elegir el camino más adecuado para cada uno. En cualquier caso, la experimentación y el desarrollo que un Budo nos permite, ultrapasa con creces la mera habilidad física.
Es un camino de autoconocimiento y de liberación. De honestidad, de humildad. De sencillez. De humanidad. Un sendero ideal para el autoconocimiento y hacernos mejores personas.
« Volver atrás